Doctor Garcia Tello

Doctor García Tello

Miguel Lawner.


Estas líneas se deben a la insistencia de David Maulén, solicitándome escribir sobre el doctor Garcíatello, creador del curso de Bio-arquitectura, incorporado en el plan de estudios que puso en vigencia la Reforma de 1946 en la Escuela de Arquitectura de la U. de Chile.

David es un joven profesor investigador, especializado en la relación del arte, la tecnología y las ciencias sociales. Sus publicaciones han contribuido a romper el silencio y las tergiversaciones respecto a dicha Reforma, así como subrayar el rol desempeñado por la generación de arquitectos que implementaron el nuevo plan de estudios.

Uno de los asuntos que interesan a David Maulén, es conocer los alcances del curso de Bio-arquitectura, sepultado en el olvido actualmente. Al enterarse que Anita, mi esposa y yo fuimos los primeros ayudantes de la cátedra dictada por el doctor Gacíatello, nos presionó insistentemente para escribir algo al respecto.

Se sumó a esta petición una joven historiadora italiana, Chiara Bianchini, llegada a Chile con el propósito de escribir su tesis dedicada a la memoria histórica. Chiara urgó pacientemente en la Biblioteca Nacional hasta dar con el texto escrito por el doctor Garcíatello sobre el Desarrollo Esquemático de su curso, lo escaneó página por página, y nos lo remitió.

Su sola lectura me trajo tantas evocaciones sepultadas en la memoria, que no pude resistir al impulso de escribir este texto. Por lo demás, con estas líneas pagamos -aunque sea en forma tardía, una enorme deuda que hemos arrastrado durante 60 años, como lo podrán constatar los lectores que tengan la paciencia de arribar hasta el término de este documento.

Habíamos concluido el presente texto cuando nos encontramos con el profesor Sergio Vuskovich amigo cercano del doctor, y además tuvimos la fortuna de reunirnos con la profesora de estado Maria Luisa García-tello, hija del doctor y con su esposo el abogado Rodrigo Fernández, quienes conservaban en su poder parte del archivo personal del doctor, que nos proporcionaron junto con algunas imágenes.

Agradecemos estos aportes inapreciables, fundamentales para complementar el documento que a continuación entregamos a vuestro conocimiento.

Un curso innovador a escala internacional.

La Reforma de 1946 en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Chile introdujo la cátedra de Biología e Higiene.

Sorprendente!

En ningún lugar del mundo existía semejante asignatura incorporada a la enseñanza de nuestra profesión. ¿Cómo se llegó a concebir su necesidad en la formación del arquitecto?

La Reforma definió la Arquitectura como una disciplina originada por la integración de tres categorías fundamentales: HOMBRE - NATURALEZA - MATERIAL, cuya presencia ha sido permanente en la historia.

Este concepto se graficó mediante un triángulo isósceles, en el cual dichas categorías se situaron en cada uno de sus vértices, determinando respectivamente la Función, el Ambiente, y la Estructura.

Podrá advertirse el énfasis en el conocimiento del hombre, tanto individualmente como en sociedad. No es el sólo conocimiento físico o fisiológico. Se trata del hombre inserto en un determinado desarrollo económico social y en un medio ambiente específico.

El planteamiento calzaba con los principios enarbolados por el movimiento moderno de la arquitectura que venía criticando, las concepciones caducas de la Escuela de Beaux Arts en París, desde los años veinte.

Adiós a la formación del arquitecto como un mero artista o decorador de fachadas. Adiós a la copia de los órdenes clásicos, como materia básica en la formación del arquitecto.

De ahí la necesidad de una cátedra que nació con el nombre de Biología e Higiene, pero que mas tarde se definió como Bio-arquitectura, situada con dos horas de clases semanales en el primer año de la carrera.

Resultó providencial que existiera en Chile la persona capaz de asumir este desafío. Se trataba del médico cirujano José Garcíatello, a la sazón Jefe del Servicio de Cirugía del Hospital de Viña del Mar.

Garcíatello, una eminencia en su especialidad, era un hombre de una cultura excepcional, con sólida formación científica y de gran sensibilidad social. Era conocido como impulsor de la Medicina Social en Chile. Autor de un libro titulado “Perspectiva de la Medicina en los Seguros Sociales”, donde resumió su experiencia como jefe del Seguro Obrero en Viña del Mar, texto al que sucedió otro en 1933 llamado “Estructurando la Medicina del Futuro”. El doctor lanzó este libro después de haberse matriculado por un año en la Escuela de Leyes, a fin de incorporar en el capítulo final el texto de un proyecto de ley, verdadero antecesor de la Ley de Medicina Preventiva promulgada por el parlamento chileno algo mas tarde.

Su concepción social de la medicina lo llevó a relacionarse con la arquitectura, entendiendo que una buena salud requería de viviendas y conjuntos habitacionales respetuosos de la naturaleza, debidamente iluminados y asoleados, provistos de áreas verdes y zonas de esparcimiento,

Así fue como en los años 30, se vinculó a los arquitectos chilenos de la vanguardia, Enrique Gehbard, Waldo Parraguez, Largio Arredondo, entre otros, con quienes compartía sus opiniones sobre la necesidad de planificar el desarrollo de nuestras ciudades.

Además, en un viaje a Europa realizado en 1939, contrajo amistad nada menos que con Le Corbusier, entusiasmándose con las proclamas urbanísticas formuladas en la Ville Radieuse, la ciudad jardín donde fuera posible materializar las alegrías esenciales del ser humano: su derecho al ocio y el esparcimiento, su derecho a residir en zonas rodeadas de espacios verdes y a disfrutar de un adecuado asoleamiento.

Garcíatello relata así su primer encuentro con Le Corbusier:

El año 1939 en París, Le Corbusier me dio una cita. Fue así como rehusé la oportunidad e volver a ver al Profesor Jean Louis Fauré, cirujano de todos los tiempos, para acudir al encuentro de esta fascinante arquitecto. Trabé amistad con él y lo visité repetidas veces, una de ellas en el 24 Nengesser et Coli, su taller privado”

“Hablamos largamente sentados en bajísimas sillas, con casi todos los elementos de trabajo y de placer colocados en el suelo, extraña organización influenciada seguramente por sus visitas al oriente.” (

)

El doctor Garcíatello solía recordarnos una de las sentencias preferidas de Le Corbusier: “El único lugar del cual no se caen las cosas es el suelo”.

La casa construida por el doctor a comienzos de los 40 en el barrio Miraflores de Viña del Mar, exhibía indiscutibles influencias de la primera época corbusiana: totalmente blanca, techo plano, con predominio de ventanas horizontales, escaleras exteriores accediendo a terrazas elevadas y

estructurada en plan libre.

Según María Luisa, la hija del doctor, el verdadero arquitecto de la casa fue su propio padre, asesorado por alguien que recuerda con el nombre de Ove Comils, personaje desconocido actualmente en nuestro ámbito profesional.

María Luisa conserva una hermosa acuarela de la casa realizada por el arquitecto René Eluchans, ya fallecido, que ilustra este documento, además de algunas fotografías familiares que ha tenido la gentileza de facilitarnos.

Dos imágenes de la casa tal como fue diseñada originalmente conforme

a las instrucciones dadas por el mismo doctor Garcíatello.

Después del fallecimiento del doctor ocurrido en 1966, su esposa vendió la propiedad la cual fue objeto de una intervención brutal, que hace irreconocible su concepción original. Es una desgracia, porque habiéndose alcanzado en años posteriores una visión mas rica del patrimonio arquitectónico, la casa del doctor Garcíatello debió haberse protegido, como un ejemplo relevante de los primeros pasos del movimiento moderno de la arquitectura chilena.

Años atrás, surgieron propuestas en el Colegio de Arquitectos en el sentido de construir el proyecto que Le Corbusier realizó en 1930 para una vivienda situada en Zapallar, propiedad de una ciudadana chilena llamada Madame Errázuriz Este proyecto nunca se concretó y figura en el volumen II de sus Obras Completas. Es un proyecto atípico del maestro, concebido con gruesos muros de mampostería de piedra y columnas constituidas por rústicas piezas de madera.

Nadie reparó entonces que teníamos en casa una obra construida, que debimos haber reconocido y conservado por su indiscutible valor arquitectónico: la casa levantada por el doctor García Tello en la calle Las Acacias, Miraflores, Viña del Mar.

Le Corbusier. Proyecto para Madame Errázuriz en Zapallar. 1930

El doctor Garcíatello fue un hombre de ideas progresistas. Militó en el Partido Comunista participando entre los profesionales que colaboraron con el gobierno del Frente Popular. Practicó la medicina intensamente, profesión que compartió con su interés por el desarrollo científico y también por el arte. Para nosotros resulta significativa su atracción por la arquitectura, manifestada en diversos artículos como “Arquitectura y medicina social”, “Le Corbusier”, “Vida y arquitectura” o “¿Porqué yo habría sido arquitecto?” (

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A propósito de este último documento, el arquitecto Enrique Gebhard le envió en 1935, una carta formulándole el siguiente pedido:

“Solicitaría su colaboración para el segundo número de la revista ”Arquitectura” a fin de plantear la Habitación; exponiendo primero lo que es, y luego lo que debiera ser.

Estas líneas suyas sobre “Porqué yo habría sido arquitecto” tienen una actualidad inmediata, ya que hay muchos colegas que no las conocen.”.(

)

Ingresamos a la Escuela de Arquitectura en 1946, junto con la implantación del nuevo Plan de Estudios. Resultamos una suerte de afortunados conejillos de indias, que -en su gran mayoría- compartimos los planteamientos de la Reforma, y nos esforzamos por su exitosa aplicación.

Fuimos por lo tanto los primeros alumnos en recibir las clases del doctor Garcíatello. El curso fue programado los días Sábados de 10 a 12 de la mañana, y las clases tenían lugar en el aula magna de la Escuela, la única sala capaz de albergar a los 120 alumnos que componíamos la matrícula del primer año. (

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El doctor se sintió enormemente honrado con su designación como profesor universitario, pero atender el curso le representó un sacrificio personal considerable, ya que su actividad profesional en Viña del Mar era muy intensa.

Viajaba en auto los días Sábados partiendo de Viña a las 6 de la mañana, para arribar a la Escuela cuatro horas mas tarde. Recordemos que en 1946 no estaban construidos los túneles del camino y era necesario circular por las empinadas cuestas de Zapata y Barriga. La carretera contaba sólo con una pista por lado y la ruta cruzaba a lo largo de la localidad de Curacaví.

Una vez finalizada sus clases, el doctor merendaba algo ligero en el mismo casino de la Escuela, y regresaba de inmediato a Viña del Mar. Durante 15 años atendió su curso con el mismo nivel de responsabilidad.

La función crea el órgano

Garcíatello había nacido el año 1898 en Valparaíso, titulándose de médico en 1923. Era un hombre de estatura más bien alta, algo entrado en carnes, moreno, de frente generosa que trepaba hacia su cráneo, de bigote menudo, risa fácil y lucía habitualmente corbata de humitas. Generaba en la audiencia una atmósfera grata por su talento como comunicador.

Fue un pionero a escala mundial al concebir un curso específico dirigido a la formación del arquitecto. Nadie antes en ninguna escuela de arquitectura, de ningún lugar del planeta, había impartido un curso análogo.

El doctor lograba hacer conciencia en sus alumnos de la trascendencia de la Universidad como institución, así como del privilegio y la responsabilidad de un estudiante universitario.

Nos hizo mirar la naturaleza con otros ojos. Advertir la belleza de las formas naturales, siempre adecuadas a su función Descubrir la increíble precisión de un caracol o la lógica de la pluma de un ave. Según el doctor: “La naturaleza es fuente de todo arte y de toda belleza. La belleza produce atracción, placidez, simpatía, afecto, admiración, exaltación y estimula al hombre a la creación.” (

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En concordancia con los fundamentos del nuevo plan de estudio, Garcíatello subrayaba la relación entre ambiente, estructura y función. “No hay función sin organismo adecuado. No hay organismo sin adaptación al ambiente. La arquitectura es orgánica. Para que desempeñe su función debe adaptarse al ambiente. La vivienda polar, la vivienda en la zona sur, en el centro y en la zona norte del país. Un arquitecto no puede construir para zonas ignotas”. (

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En sus clases recorrimos la integridad de los sistemas del ser humano. El sistema locomotor, el respiratorio, el cutáneo protector, el digestivo, el visual, el auditivo, nervioso, etc, siempre examinando sus consecuencias en la arquitectura.

Particularmente importantes fueron sus clases dedicadas a la antropometría, donde por lo demás, calzamos con los ejercicios realizados con el profesor de Taller Tibor Weiner. Nuestro colega y compañero de curso Ricardo Tapia, conserva como un preciado tesoro, un ejercicio de Taller que ambos hicimos en equipo, ese mismo año 1946, donde estudiamos los esquemas de relaciones entre las funciones comer-estar-trabajar y dormir.

Conmueve hoy día advertir nuestra preocupación por establecer en la función dormir, por ejemplo, las subfunciones de vestirse y desvestirse, así como su relación con la higiene, intentando deducir las alturas adecuadas para camas o veladores, para los artefactos sanitarios, o para la accesibilidad adecuada del jabón, peineta, cepillo de dientes, pasta dentífrica, escobilla, etc.

Observado con los ojos de hoy aparece como un ejercicio exacerbado de funcionalismo, pero diría que estos proyectos, como las clases del doctor Gacíatello, nos formaron con un rigor que marcó nuestro ejercicio profesional, del cual solo tenemos motivos para enorgullecernos.

1947. Comida de confraternidad del cuerpo docente con centro de alumnos de la Escuela de Arquitectura. De izquierda a derecha. De pie: Tibor Weiner, Orlando Rojas, Sergio Badilla, Ventura Galván, Julio Ríos, Fdo.Caracci, Miguel Angel Bellóni, Camilo Mori, Gastón Etcheverry y Horacio Urquieta. Sentados: Alberto Moreira, Agustín Rivera (director Escuela), Simón Matamala, Alberto Viviani,, Abraham Schapira, Hermógenes Perez, César Fuenzalida, Fco. Reyes y doctor José Garcíatello.

La función crea el órgano. Esa era una de las máximas de nuestro plan de estudios, que el doctor subrayaba sistemáticamente.

Cuando veo en los tiempos presentes tantos proyectos de arquitectura caprichosos, con alardes formales sin fundamento, deconstructivos, postmodernos, o con cualquier otro apellido extravagante, no puedo sino agradecer a estos maestros que nos dieron una formación profesional tan racional y consistente.

Un detalle particular del curso de Bio-arquitectura, era el sistema de estudio, que el doctor describe así: “El curso se maneja por medio de Comités de 8 a 10 alumnos, constituidos con un Presidente y un Secretario de Comité, que deben responder ante los ayudantes en todos los aspectos: presidir los trabajos prácticos, nombrar sub-comisiones, dar cuenta de enfermedades o retiro de sus compañeros, incluso pasar lista. Perseguimos con esto acostumbrarlos a trabajar en equipo, moderna forma de desarrollar responsabilidad

colectiva.” (

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El curso del doctor García Tello trascendió fuera de nuestras fronteras junto con el interés que despertó la coherencia del nuevo plan de estudios.

Comenzaron a llegar solicitudes de información desde la mayoría de los países latinoamericanos y también de España.

El director de nuestra Escuela, don Agustín Rivera declaró en 1948 lo siguiente:

“Como miembro docente, en calidad de integrante de la delegación de nuestra Escuela de Arquitectura, el doctor Garcíatello fue comisionado por la Universidad de Chile para representarla en el IV Congreso Panamericano de Arquitectos, celebrado en Lima en Octubre de 1947. En esa oportunidad, el Dr. García Tello tomó parte activa en la Comisión Nª 3 “Tendencias actuales en la Enseñanza de la Arquitectura”, y fue uno de los principales redactores en las conclusiones aprobadas por el Congreso sobre ese tema.” (

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El último capítulo del texto del doctor titulado Desarrollo esquemático del curso, incluye numerosas cartas que confirman el interés internacional despertado por su cátedra. Las escuelas de arquitectura de México, Perú Argentina. Uruguay, Madrid, solicitaron su colaboración para establecer un curso semejante, o lo invitaron para ofrecer diversas conferencias.

Años de alegría y decepción

El año 1946 concluyó para Anita y para mí con una doble alegría. Por una parte, en las elecciones presidenciales realizadas el 4 de septiembre de 1946, triunfó González Videla con el apoyo del Partido Comunista en el cual ya militábamos junto a un buen lote de nuestros compañeros de curso.

Una vez confirmada por el Congreso la elección de González Videla, se anunció un gabinete con la presencia de 3 ministros comunistas. Moisés Bedrak, el cuadro mas fogueado de nuestros camaradas en la Escuela de Arquitectura, nos solicitó colaborar durante las vacaciones de verano, en le confección de afiches que pintamos a mano en pliegos de papel Manila, divulgando los puntos del programa que el presidente electo había contraído el compromiso de cumplir.

Por otra parte, al finalizar el año escolar, el doctor Garcíatello solicitó autorización a la dirección de la Escuela para designar como ayudantes de su cátedra a los dos alumnos varón y mujer, calificados por él como los mas sobresalientes, y que resultamos ser Anita -mi actual esposa- y yo. Aun no pololeábamos, pero es evidente que esta tarea en común contribuyó a estrechar el afecto que hemos mantenido durante 60 años. En el caso de Anita existía un factor adicional: el doctor era amigo de su madre, la señora Amada Grûnwald, que no disimuló su orgullo al enterarse de la distinción obtenida por su hija.

El doctor supo guiarnos con gran sabiduría. Sugirió una lista de lecturas para el verano, y nos confirió claras responsabilidades. El primer año servimos las ayudantías en forma ad-honorem, pero con nombramiento formal.

Al año siguiente, Garcíatello incorporó al curso materias relacionadas con

la colectividad, teniendo presente que la arquitectura también construye para el cuerpo social. Advertía que la colectividad no es la suma de los hombres sino que reviste características y un sello propio. De esta manera, nos preocupamos de analizar las funciones de la vida colectiva: Habitar, Trabajar, Descansar y Circular.

Nos remontamos al nacimiento de las ciudades en tiempos primitivos hasta llegar al caos generado en años actuales por la extensión descontrolada de los centros metropolitanos. Asimilaba el crecimiento descontrolado de las ciudades al movimiento de las amebas, y diagnosticaba las crisis afectando a las arterias de las metrópolis, como dañinos casos de trombosis.

Examinamos las modalidades adecuadas para respirar y para alimentar las grandes urbes; estudiamos la evolución de las calles desde la ciudad medieval hasta el presente, la luz en el trópico y en las zonas polares, la eliminación de los detritus humanos, etc.

El doctor Garcíatello, que dominaba la teoría marxista, daba una interpretación científica a todos estos fenómenos, que recogíamos con avidez y que compartíamos plenamente.

Durante 1947 se complicó el panorama político. El Partido Comunista obtuvo 91.282 votos en las elecciones municipales efectuadas en Abril de ese año, a los que era necesario añadir otros 15.000 recogidos por otros candidatos del partido que postularon en listas del Partido Radical.

Era un triunfo resonante. El PC se transformó en uno de los principales partidos políticos de Chile. Sin embargo, González Videla reaccionó insólitamente ante este suceso y solicitó la dimisión de los ministros comunistas ya que, según su opinión, la oligarquía criolla había entrado en pánico ante la victoria electoral de los rojos, Pidió al PC submarinear, así…. literalmente.

Mas tarde, el panorama político se encrespó de verdad. Una huelga legal decretada por los 17.000 mineros del carbón a comienzos de Octubre de ese año, fue utilizada por el presidente traidor para desatar una represión generalizada en todo el país.

La zona del carbón fue ocupada por las fuerzas armadas de mar y tierra, cercando el territorio a fin de impedir su normal abastecimiento. Finalmente, dos mil mineros fueron expulsados de Lota, Coronel y Curanilahue. Algunos encerrados en la Isla Quiriquina, y otros lanzados con sus familias a la Estación de Chepe.

El 21de Octubre, el consejo de gabinete dispuso la detención del Comité Central del Partido Comunista y de sus dirigentes provinciales. En la madrugada del día siguiente, más de mil personas fueron arrestadas a lo largo del país, la mayoría de las cuales fue enviada a un campo de concentración en Pisagua, que quedó al mando del entonces capitán Augusto Pinochet Ugarte.

González Videla declaró a los corresponsales de diarios extranjeros que “esta acción representaba la primera batalla de la Tercera Guerra Mundial”.

Un año mas tarde, en Septiembre de 1948, González Videla logró la aprobación en el parlamento de la Ley de Defensa de la Democracia, bautizada por el pueblo como la Ley Maldita, que proscribió la existencia del Partido Comunista, exoneró de la administración pública y de la educación a varios miles de funcionarios, y borró de los registros electorales nada menos que a 20.000 inscritos, suma monstruosa si se recuerda que en las anteriores elecciones había sufragado solo medio millón de personas.

El Partido entró en la clandestinidad, la persecución policial era enconada. El caso más dramático fue la cacería policial en busca de Pablo Neruda, que debió refugiarse durante varios meses en diversos hogares solidarios, hasta lograr escapar fuera de Chile en el verano de 1949, cruzando la cordillera de Los Andes a caballo.

Garcíatello no escabulló el tema. Lo incorporó a sus clases y lo trató con gran sabiduría. Relató la historia de la industria del carbón desde los tiempos de Matías Cousiño, su impacto en la economía chilena, la forma insalubre de su explotación con los mineros respirando un aire viciado en los socavones bajo el nivel del mar durante su jornada de trabajo, aspirando un aire contaminado en la superficie y alojados en los malolientes pabellones de las camas calientes. De alguna manera fue precursor de lo que hoy llamamos la ecología o el impacto ambiental en años que nadie prestaba atención a dicho fenómeno.

No dijo una palabra sobre la represión. No era necesario.

El Modulor.

Creo que fue en 1948 cuando Le Corbusier lanzó el Modulor, un sistema de medidas en el que cada magnitud se relaciona con las demás según la Proporción Áurea (también conocida como Sección Áurea o Divina) y que, corresponde, a la vez, con las medidas del cuerpo humano. El Modulor era una fórmula aplicable al diseño funcional y estético en arquitectura, como en los productos industriales. Con el Modulor, Le Corbusier retomó el antiguo ideal de establecer una relación directa entre las proporciones de los edificios y las del hombre. Fundamentó su concepción en estos términos: “Para formular respuestas que dar a los formidables problemas planteados por nuestro tiempo y relativos al aspecto extremo de nuestra sociedad, hay un único criterio aceptable, que restablecerá todos los problemas a sus verdaderas raíces: este criterio es el hombre” (

)

Garcíatello no cabía en si mismo. La idea calzaba con su propia prédica, y además provenía de su apreciado ídolo. Por cierto reactivó los contactos con el maestro, a quién lo puso al tanto de su curso en nuestra escuela. Le Corbusier replicó enviándole autografiado un ejemplar del libro conteniendo su innovadora fórmula.

El sistema estaba basado en la altura promedio de un hombre de origen sajón: 1,82 m. que con la mano alzada alcanzaba la altura de 2,26 m. siendo el ombligo el eje central con la altura de 1,13m. Obviamente estas medidas no eran aplicables a un hombre de origen latino, y en una versión posterior del Modulor, Le Corbusier introdujo una nueva escala adaptada a la altura promedio de un latino: 1,72 m.

Le Corbusier diseñó su conocida Unidad Habitacional de Marsella aplicando el Modulor en la totalidad del proyecto. Proporcionó las fachadas haciendo uso exhaustivo de su fórmula, que extendió a la definición de alturas de puertas, dinteles alféizares, o cielos, así como para definir las dimensiones de cada recinto. Procuraba demostrar en la realidad las bondades de su fórmula.

Poco después se le solicitó un proyecto semejante para Alemania, pero allí entró en pugna con las autoridades municipales que no aceptaron alturas violando las normas vigentes.

El doctor incorporó en sus clases un capítulo destinado al conocimiento del Modulor y nosotros realizamos algunos ejercicios con los alumnos, intentando algunas aplicaciones del sistema.

Para concebir el Modulor, Le Corbusier se había apoyado en los estudios realizados por un personaje singular, el príncipe Matila Ghyka, nacido a fines del Siglo XIX en la Moldavia, poeta y matemático radicado en Francia, que había publicación un libro notable: “Estètica de las Proporciones en la Naturaleza y en Las Artes”.

Matila Ghyka dedicó su vida al análisis de la Sección Aurea o Divina, una proporción dominante a su juicio en la naturaleza y en las Artes. Se remontó a Pitágoras y a otros ilustres matemáticos del pasado para

Representación de la figura confirmar su tesis. La existencia del número

mitológica de Leda mortal, fi :1,618 proviene de series geométricas

seducida por Zeus disfrazado que rigen las estructuras de las espirales

de cisne, de los caracoles, de las hojas de los árboles,

las estrellas de mar, del ser humano, etc.

Así como Le Corbusier, otros artistas fueron atraídos por los estudios de Matila Ghyka. Salvador Dalí, por ejemplo, incorporó la sección áurea a varios de sus cuadros, y el propio Ghyka colaboró con él en la ejecución del cuadro Leda atómica., también llamado Leda y el Cisne.

En 1948, yo había sido designado además ayudante de la cátedra de Análisis Arquitectural, servida por el profesor Abraham Schapira que había sucedido a Tibor Weiner, una vez que éste regresó a Hungría, y llevamos a este curso nuestro descubrimiento de la Sección áurea. Recuerdo haber realizado con nuestros alumnos algunos ejercicios consistentes en analizar la aplicación de dicha proporción en algunos ejemplos relevantes de la antigüedad: el templo de Luxor en Egipto, el Partenón, o algunas de las catedrales góticas.

Mi chifladura por el divino número fi llegó a tal extremo, que recuerdo el siguiente episodio: En 1954, viajamos al Perú integrando la delegación de nuestra Escuela en el intercambio establecido con la Escuela hermana de Lima. Nuestra visita se extendió a una gira por la sierra peruana. Al llegar al Cuzco quedamos subyugados por las ruinas de las obras majestuosas levantadas por la cultura incaica, y pensé

que su maestría podría tener origen en el conocimiento de las leyes de la naturaleza.

Si dominaron el movimiento del sol, como para construir el Intihuatani de Macchu Picchu , la piedra sagrada que captura el rayo de sol con toda exactitud el día de los solsticios de invierno y verano, bien podían haber conocido la sección áurea, y entonces, huincha en mano, me he puesto a medir ancho y largo de los espectaculares sillares de piedra en la fortaleza de Sacsahuamán, para verificar si calzaban con la dichosa proporción.

En medio de la mofa generalizada de los compañeros de viaje, desistí de mi tentativa, después de medir una docena de piezas y confirmar la ausencia de proporciones sistemáticas, no obstante la maestría de su confección, pulidas con tal precisión, que es imposible deslizar una hoja de gillete entre uno y otro sillar.

Dado que remito estas líneas a algunos que fueron entonces nuestros alumnos, sería interesante conocer sus juicios ahora, 60 años después de los ejercicios de taller que he citado mas arriba, si es que recuerdan algo, como yo, que los extraigo difícilmente de la bruma encubriendo nuestra memoria.

Ricardo Fonseca entra en escena

A fines de 1948 enfermó gravemente el Secretario General del Partido Comunista, Ricardo Fonseca, afectado por un cáncer gástrico. .En Septiembre de ese año se había promulgado la Ley Maldita, por lo cual no era fácil atender la enfermedad de nuestro querido compañero. La dirección del partido se encontraba en la clandestinidad, muchos compañeros estaban confinados en el campo de concentración de Piragua, otros miles relegados en Melinka, Putre y otras localidades remotas del país.

En Enero de 1949, Fonseca fue operado en el Hospital del Salvador por un médico oncólogo de apellido Mella. Antes de la operación, el enfermo fue visitado en casa por el Dr. Garcíatello, y Leo Fonseca, hijo de Ricardo que era un niño entonces, lo recuerda intentando tranquilizar a su madre diciéndole: "No te preocupes rucia que todo va a salir bien". Elena Pedraza, esposa de Ricardo era cualquier cosa menos rucia, por lo cual Leo piensa que era una fórmula del doctor para disminuir las tensiones.

En verdad, Garcíatello era un médico de gran confianza para la dirección del partido. De hecho en 1939 había operado al dirigente mas apreciado del Partido, Elías Lafertte. En su libro autobiográfico “Vida de un Comunista”, Lafertte cuenta lo siguiente:

“En septiembre de 1939, decidí operarme de una hernia inguinal, que por espacio de veinte años me había amargado la vida. Me operó en Viña del Mar el doctor José Garcíatello y aparentemente quedé bien. Cuando un tiempo después, sentí que el mal de nuevo me acometía, consulté a Garcíatello, quién me dijo: Cosí el traje para que no se siguiera rompiendo; pero la culpa no es mía si la tela era mala.”

La operación de Ricardo Fonseca fue muy breve. Al abrir el abdomen se constató la extensión del mal, por lo que los médicos optaron por cerrar la incisión. No había nada que hacer, y Ricardo Fonseca falleció en Junio de 1949.

La dirección del partido solicitó a Garcíatello que estuviera presente en la operación representándolos a ellos, a fin de asegurar el éxito de la intervención.

Garcíatello rehusó asistir, presumiblemente por razones de ética profesional. Quizás porque consideró que él debió haber practicado la operación.

Avanzó el año 1949. En Agosto se produjo la huelga de la chaucha; una significativa manifestación estudiantil contra el alza de 20 centavos en la movilización colectiva, que se prolongó con violentas acciones callejeras durante 10 días, poniendo en jaque al gobierno de González Videla, que se vio obligado a un cambio de gabinete a fin de restablecer la paz social.

En Octubre de ese año, logramos recuperar la unidad de la izquierda en la Universidad con la creación del FAU (Frente de Avanzada Universitaria), que ganó las elecciones de la FECH con una lista que encabezó Josë Toha, socialista, Luis Dodds, radical y Fernando Ortiz comunista.

Debe haber sido a fines de ese año que se nos acercó el arquitecto Santiago Aguirre, profesor de Taller en la Escuela, y nuestro cuadro político mas experimentado, para darnos a conocer a Anita y a mi una noticia que nos dejó estupefactos: La Dirección Central del Partido había expulsado de nuestras filas al doctor José Garcíatello por haber rehusado asistir a la operación de Ricardo Fonseca, y -según Santiago- conforme a los estatutos del partido le estaba prohibido a sus militantes mantener relaciones con una persona expulsada del partido. En consecuencia, nosotros debíamos renunciar a las ayudantías que servíamos en su cátedra.

Comprenderán nuestra desazón, teniendo presente la admiración que sentíamos por el doctor, y la comunidad profesional e ideológica que habíamos estrechado a lo largo de 3 años de trabajo en conjunto.

Consultamos con Santiago si el doctor estaba en conocimiento de dicha resolución. Nos aseguró que estaba enterado hacía tiempo. El asunto era un capítulo cerrado y punto.

Habíamos comentado con el doctor la muerte de Fonseca, y después nos habíamos seguido viendo hasta el término del año escolar, sin que nos comentara nada al respecto, y sin que hubiéramos percibido cambio alguno en su conducta respecto a nosotros.

¿Qué hacer?

Tratábamos de darnos una explicación. Entendíamos la difícil situación que afectaba al partido acosado por la represión sin tregua desatada por el traidor.

Comprendíamos el dolor que nos embargaba a todos por la pérdida de nuestro Secretario General, en particular a nuestra dirección.

Pero no cabía en nuestra mente la decisión de expulsar a alguien por un hecho imposible de ser calificado como una falta grave, Tampoco conocíamos los estatutos del partido como para acatar una resolución tan contraria a nuestros sentimientos. Éramos cabros tan jóvenes e ingenuos. Le dábamos vuelta al asunto sin tomar decisión alguna.

Concluyó el año escolar sin mayores novedades y comenzaron las vacaciones de verano. Santiago Aguirre insistió un par de veces en la necesidad de cumplir con el acuerdo del partido. Llevamos el tema a reunión de la Jota en la escuela. Todos quedaron de una pieza. No recuerdo una sola voz que haya compartido la resolución, pero Santiago era nuestro estandarte en la Escuela.

¿Cómo ignorarlo? ¿Habría algún mecanismo de apelación?

No hubo caso. Recibimos sutiles amenazas de sanción en caso de desestimar la resolución que nos acechaba día y noche.

Ya habíamos comenzado a pololear con Anita que no disimulaba su contrariedad, y no se atrevía a hablar el asunto ni siquiera con su madre, amiga personal del doctor.

Finalmente un día llamé por teléfono al doctor manifestándole que queríamos conversar algo con él. Contestó con su cordialidad habitual, invitándonos a visitarlo en su casa de Viña durante el fin de semana. Me añadió con picardía: “tengo arriba un dormitorio de alojados ideal para una luna de miel”.

Un día Sábado temprano por la mañana, nos embarcamos con Anita en el ferrocarril eléctrico que partía desde la Estación Mapocho rumbo a Valparaíso. Aún tengo viva la imagen cruzando a la altura de Llay Llay, donde la vía se elevaba sobre el valle de Aconcagua, y mirar el paisaje desconsolado a través de la ventana del carro, mientras rumiaba una y otra vez, la forma mas atinada para manifestarle al doctor nuestra renuncia.

Según recuerdo existía una estación Chorrillos adonde arribamos alrededor del mediodía. Descendimos, y nos fuimos caminando a la casa del doctor situada en la avenida Los Acacios. Su recepción fue cálida como siempre. Nos acomodó en su hermosa sala de estar y nos ofreció un trago. Conversamos de cualquier tema intrascendente, hasta que él mismo solicitó conocer los motivos de nuestra visita.

No recuerdo como ni qué fue lo que dije. El doctor debe haber esperado de nosotros cualquier cosa menos la puñalada que le estábamos asestando.

No perdió sin embargo su compostura. Se levantó con el trago en su mano izquierda, se aproximó a mi que permanecía hundido en un sillón, y palmoteándome amistosamente en el hombro con la mano derecha me dijo: “Está bien….. ustedes son muy jóvenes…ya comprenderán”.

Volvió a acomodarse en su sillón, y después de un lapso de silencio habló tranquilo de cualquier otro asunto que obviamente no recuerdo. Más aún volvió a reiterar su ofrecimiento de alojarnos esa noche en su casa.

Lo cierto es que ambos no nos atrevíamos a alzar la vista. Anita muda. Es probable que yo respondiera con monosílabos. No hallaba forma de escabullirnos lo antes posible para esconder nuestra vergüenza en cualquier otro lugar.

Finalmente nos despedimos, con un abrazo y beso para Anita particularmente afectuoso.

Por lo que recuerdo nos fuimos caminando como sin rumbo, en silencio, hasta la estación de ferrocarril de Viña del Mar, situada relativamente lejos.

En esos años era muy poco frecuente viajar a Viña del Mar, y pudimos haber aprovechado el lapso de tiempo disponible para almorzar en algún restaurante, pero no había ánimo para nada. Solo atinamos a permanecer en el recinto de la estación, sentados en una banca hasta abordar el tren de regreso ya avanzada la tarde.

Habíamos consumado un agravio inmerecido e injusto contra un hombre admirable, por el cual sentíamos gran afecto.

Pasaron los años. No nos vimos mucho. Cuando nos encontramos, cruzamos algunas palabras siempre cordiales, pero nunca tocamos ese episodio y nosotros carecimos de la entereza para excusarnos por tamaña afrenta.

El doctor continuó con sus clases, siempre atractivas.

Poco después, al crearse la Escuela de Arquitectura en Valparaíso, asumió la cátedra también en el puerto. Designó como sus ayudantes a los colegas Eduardo Preller en Santiago, y a Carlos Martínez Corbella en Valparaíso, a quienes dedica conceptuosas palabras en su libro sobre el Desarrollo Esquemático del Curso.

El doctor Garcíatello falleció en 1966, manteniendo los ideales hasta el fin de sus días. Mas aún, una vez derogada la Ley Maldita en 1958 y restauradas las libertades políticas en Chile, se creó el Instituto Chileno Soviético de Cultura, y el doctor asumió su presidencia en la filial porteña. Poco después viajó invitado a la URSS.

Ninguno en el círculo de sus amigos. pareció enterarse de la sanción inferida por la dirección del PC o

1960. El doctor Gaecíatello y su esposa visitando simplemente la ignoraron.

el gabinete de Lenin en Moscú .

En su funeral recibió el elogio unánime de los círculos mas diversos incluyendo el reconocimiento de militantes comunistas.

El doctor Manuel Volochinsky, que lo sucedió como cirujano jefe del Hospital de Viña manifestó lo siguiente:

“Garcíatello murió a los 68 años, cuando su gran corazón se tronchó de raíz.

Amó la ciencia, el Arte y la Naturaleza. Su personalidad vasta y dispersa fue combatiente y combativa. En todo puso calor humano, indignación a la injusticia, fe y entusiasmo al progreso y comprensión ante el dolor.

Que sean estas modestas palabras mías el recuerdo de un hombre que trató de buscar la verdad, luz y belleza en el difícil camino de la felicidad

humana.” (

)

Es interesante consignar como lo recuerda hoy día el arquitecto y poeta Sótero Apablaza, uno de sus alumnos en la Escuela de Valparaíso:

“El Dr. García Tello fue uno de los primeros profesores en Valparaíso que planteó el tema ecológico en la formación de los arquitectos.

Además de él aprendí el concepto de “La vivienda es un derecho de todo ser humano”, cosa que me marcó en mi formación desde la década de los sesenta. Con este tema presenté mi proyecto de título con “Viviendas Sociales”,….como exonerado de la Universidad de Chile sede Valparaíso y a la vuelta de la democracia como Universidad de Valparaíso, con profesor guía Carlos Martínez Corbella.

Entre ambas universidades hay una gran diferencia, no sólo en el tiempo y en el nombre, sino en la calidad de los profesores y maestros de la arquitectura. Entre ellos estaba el doctor Garcíatello, que, sin ser arquitecto, era un maestro de gran sensibilidad social y enamorado de la arquitectura.” (

)

Fue Cirujano

Ya hemos dicho que el Dr. Garcíatello fue un hombre muy versátil, particularmente interesado en las manifestaciones artísticas. En 1934 escribió un singular libro de poemas, que hasta podríamos calificar de poemas quirúrgicos, (

) donde queda evidenciada claramente su sensibilidad social.

El doctor escribió este libro 32 años antes de su fallecimiento, y me ha parecido oportuno concluir este documento incluyendo la introducción a estos poemas escrita por el doctor como un mensaje dirigido a sus pares. :

La vida del cirujano es muy rica en sangre y miserias.

No he podido resistir la necesidad de dejar estampados algunos de los millares de cuadros que han pasado por mi retina, cuadros que reflejan bien o mal la tragedia del hombre y la tragedia del pueblo.

Conozco harto de miserias espirituales. Pero la humanidad de hoy es así… hecha de miserias y de barro.

Lo que va dentro no tiene ninguna pretensión…son palabras rayadas con un lápiz, palabras que reflejan emotividad, dureza, acritud, tendencias, pero palabras escritas honradamente

Ellas van a los cirujanos jóvenes de mi país para ser leídas antes que el oro haya impregnado sus conciencias.

El lápiz es poca cosa para cantar mi arte quirúrgico y la tragedia es carente de emotividad para expresar las emociones que vivimos cirujanos con alma.

Las líneas que siguen son reflejos tenues de mis alegrías y dolores publicadas unas, inéditas otras.

Quiero además que mis hijas sepan quién era su padre y aprendan a respetar el oficio que noblemente desempeñó durante su vida.

No fue burócrata, ni comerciante, ni especulador, ni político, ni mandatario.

fue C I R U J A N O

.

Catarsis

En definitiva, este par de crédulos militantes como fuimos Anita y yo, terminamos siendo los únicos zorzales que picamos ante una resolución tan insensata, como fue la expulsión del doctor de las filas del P.C.

No deseo aparecer con esta confesión, abonando al juicio que suele caricaturizar al Partido Comunista describiéndolo como una organización sectaria, integrada por autómatas carentes de humanismo. De ninguna manera. Solo tengo palabras de reconocimiento a la organización donde milité durante 45 años, y que me formó como un cuadro con los valores éticos que me han acompañado toda la vida.

La desgraciada decisión de expulsar al doctor Garcíatello, solo puede explicarse como consecuencia de la despiadada persecución sufrida por el Partido en esos años, obligado a extremar las medidas de autoprotección, a lo cual debe añadirse el descriterio de quienes se constituyeron entonces como custodios de la fe.

Digamos finalmente que estas palabras me han servido como una suerte de

catarsis, para purgar las culpas que han pesado sobre mi conciencia durante 60 años, por haber lastimado tan injustificadamente a un hombre notable, que apreciábamos como maestro, como camarada y como amigo.

Santiago, 30 de Enero de 2009.